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jueves, 20 de agosto de 2020

Mi prima Valeria (VII)

 

-        ¡FELIZ NAVIDAD!

-        ¡FELIZ NAVIDAD!

-        ¡FELICIDADES!

Dentro de la casa era un griterío, lo único que se escuchaba además de los gritos era el “tin” de las copas al chocar. Todos estaban muy efusivos y alegres. Podría jurar que mis tíos estaban tan pasados que ya brindaban y se abrazaban dos veces con la misma persona, no por cariño, si no por total desconcierto.

Yo brindé y saludé a todos con un beso o un abrazo.

-        ¡Feliz Navidad primita! – le dije a Vale mientras le daba un beso en el cachete, extremadamente cerca de los labios. Quizás yo también había estado tomando un poco de más.

-        ¡Feliz Navidad primito! – me respondió ella mientras me abrazaba y dejaba luego su brazo sobre mi espalda.

Ya ambos habíamos saludado a todos, era como si hubiésemos planeado la ronda de esa forma para terminar así.

-        ¿Vamos a la pileta? ¡El agua debe estar re linda! – le gritó a todos y sin soltarme – ¡Podemos poner la red y jugar!

La respuesta fue positiva por parte de todos mis primos, que a la vez que decían “dale”, ya agarraban un par de botellas de cerveza para llevar afuera.
Tanto mis viejos como mis tíos se estaban volviendo a sentar. Era de esperarse, lo del vóley en la pileta y seguir tomando en el agua era más una cosa nuestra.

Salimos todos al patio y como ya teníamos los trajes de baño puestos, solo era cuestión de sacarnos lo que teníamos encima y tirarnos al agua.

Mis primos estaban totalmente pasados, casi no llegan a sacarse la remera que ya estaban de cabeza en el agua.

Vale seguía con su brazo alrededor mío, solo que había bajado su mano a mi cintura, todo mientras sostenía una copa semi vacía en la otra mano. Por mi parte, desde que salimos al patio ya tenía mi brazo por detrás de su espalda con mi mano apoyada sobre su hombro derecho. Nada que no hayamos hecho antes delante de la familia, éramos un par de primos abrazados, nada más.

-        ¡Voy a buscar la Red! – grité mientras deslizaba suavemente mi mano por la espalda de Valeria y empezaba a alejar mi cuerpo del suyo.

Busqué la red, la pelota y volví al patio. Sofía ya estaba en la pileta con mis primos, pero estaba apoyada contra el borde apretando compulsivamente la pantalla de su celular con los pulgares sin parar. Tiré la pelota hacia la pileta para que la agarren mis primos y empecé a colocar la red.

Mientras tanto, Valeria estaba dejando su celular en una de las reposeras y la copa justo al lado en el piso.

Mis primos estaban en su mundo, riéndose, pasándose la pelota y cada tanto golpeando los vasos con cerveza para brindar por milésima vez en la noche. Sofía tenía la mirada perdida en su celular. Y estando todo el resto de la familia adentro de la casa, decidí levantar la cabeza mientras ajustaba la red. Valeria me estaba mirando fijo, como esperando que yo la mirara. Y en ese mismo instante empezó lentamente a desabrocharse la camisa. Despacio, pero siempre mirándome a los ojos y mordiéndose el labio o sonriendo.

Creo que nunca tardé tanto en colocar la red en la pileta, creo recordar que estaba intentando ajustarla, pero quizás solo la desajustaba más al no estar prestando atención a eso.

Cuando terminó con la camisa se dio vuelta y la tiró sobre la reposera, quedando totalmente de espaldas. Miró de reojo a la pileta para asegurarse de que todos seguían en sus cosas y automáticamente se empezó a sacar la pollerita, descubriendo la parte baja del bikini, ese hilito rosa que parecía solo marcar los límites de esa cola perfecta.

-        Hija de puta – pensé.

Nadie jamás se había tomado tanto tiempo para sacarse una prenda en la historia de la humanidad.

Tiró la pollerita sobre la reposera y se dio vuelta para mirarme. Con los ojos fijos y una sonrisa victoriosa. Ella sabía que yo no había perdido detalle de todo el show. De esa cola en ese bikini rosa. Mi regalo de Navidad.

Al igual que la última vez que jugamos en la pileta, elegimos equipos.
Sofía estaba demasiado concentrada en su celular, por lo que terminamos siendo Valeria y yo contra mis primos.

El juego transcurrió sin demasiados acontecimientos, al menos así parecía desde afuera. Pero Vale, aprovechando la poca lucidez de mis primos y su hermana, aprovechaba cada ocasión que tenía para ponerse delante mío y apoyarme su cola en la entre pierna. La mayoría de las veces era un golpecito que se entendía como parte del juego, se acercaba solo para golpear la pelota y dejarme cerca de la red. O al menos eso decía ella. Sin embargo, había veces en que se la jugaba más. Se quedaba adelante mío a propósito cada vez que mis primos hacían una pausa para tomar algo más de cerveza y empujaba su cola contra mi cuerpo casi sin disimular.

-        Menos mal que está oscuro – pensaba yo muriéndome de vergüenza, porque si bien no estaba con una erección completa, la verdad es que cada vez que sentía a mi prima contra mi cuerpo me ponía un poco duro.

No era para menos. La pendeja sabía perfectamente que me volvía loco su cola y más cuando estaba con ese bikini puesto. Lo bien que le quedaba.

Habremos estado jugando casi una hora entre distintos breaks para seguir tomando cerveza. Pero un poco después de la una, mis tíos aparecieron en el patio avisando que ya tenían pensado irse.

Mis primos habían venido por su cuenta pero aprovecharon para también salir de la pileta y retirarse. Sofi y Vale no tenían opción ya que habían venido con sus padres. Así que mientras la primera salió de la pileta y agarró sus cosas, Vale pegó un grito.

-        ¡Yo enseguida voy! ¡Hago unos largos y salgo!

Inmediatamente empezó a nadar de punta a punta en la pileta. Era algo que le encantaba hacer. Cuando era más chica entrenaba y competía en natación. Ella decía que no, pero cada vez que estaba en una pileta grande se notaba que un poco lo extrañaba.

Yo la dejé hacer y me dispuse a buscar la pelota, para guardarla junto con la Red.

Con todos ya fuera de la pileta e incluso ya dentro de la casa, yo estaba tratando de desajustar la red para poder sacarla, cuando de golpe sentí que algo se pegaba a mi espalda.

-        No me puedo ir sin despedirme de vos – me dijo mi primita mientras apoyaba su mano derecha justo sobre mi entrepierna. La izquierda la posó justo al lado de la otra, en la cara interna de mi muslo izquierdo.

Sentí un escalofrío en todo el cuerpo y me di vuelta.

No había terminado de hacer esto que ya tenía a mi prima besándome apasionadamente. Su lengua dentro de mi boca y su cuerpo pegado al mío. Por el ángulo en el que estábamos, no había forma de que alguien dentro de la casa pudiera vernos.

De golpe colocó sus piernas alrededor de mi cintura y mi entrepierna se apoyó de lleno contra ese bikini diminuto y casi inexistente.

Me importaba un carajo si alguien salía de la casa y nos descubría. Mi brazo derecho envolvió su cintura mientras mi mano derecha se posó y apretó suavemente el cachete izquierdo de esa cola perfecta. ¡Qué bien que se sentía eso! ¡Cuánto tiempo había esperado para poder agarrarla así! Sentirla así.

La apreté bien fuerte contra mi cuerpo. Ya estaba al palo y quería que me sintiera. Quería que sintiera como la apretaba y resfregaba contra mi paquete.

Fueron treinta segundos de los más intensos de mi vida, pero los dos sabíamos que teníamos que parar. Teníamos que salir de la pileta antes de que nos vinieran a buscar.

Vale salió primero. Moviendo la cola de un lado al otro mientras avanzaba hacia la reposera. Siguió con el mismo pasito rumbo a la casa, solo que mirando cómo yo salía de la pileta. Era su desfile de la victoria. Sabía lo que provocaba en mí y estaba muy orgullosa. Su sonrisa se hizo más notoria cuando vió mi entrepierna y mi indisimulable erección. Solo se limitó a mirarme la zona, después a los ojos y levantando las dos cejas mientras sonreía tiró un beso al aire y entró en la casa.

Mi plan era esperar un rato afuera, pero me empezaron a llamar porque ya todos se iban, para que al menos vaya a saludar.

La verdad es que no quería acercarme a nadie. No podía.

Agarré la toalla que estaba sobre una de las reposeras y decidí asomarme para poder saludar a todos a lo lejos. Ya estaban en la puerta abrazándose y deseándose buen viaje. Vale incluso ya tenía la camisa y la pollerita puestas. De todos era la única que se quedó mirándome después de que pegué el grito de “Chau” desde el patio. Se estaba aguantando la risa. Sabía que yo no lo estaba pasando bien en esa situación.

Finalmente, cuando la mayoría salió por la puerta principal, me metí a la casa. Siempre con la toalla en la mano justo delante de mi cintura, era la única forma de disimular la terrible erección que tenía.

-        Bueno, yo me voy a dar una ducha y bajo a ayudar con todo. – les avisé a mis viejos que estaban en la puerta aún saludando, mientras encaraba hacía la escalera.

Subí rápido y fui respirando profundo ayudando a que la erección bajara.

-        ¡Que pendeja hija de puta! – pensaba y susurraba.

No podía creer que con todo el mundo ahí, se haya atrevido a hacer eso. Me había dejado al palo, puesto en una situación incomodísima y todo para reírse a expensas mías.

No sabía cómo pero tenía que pensar la forma de vengarme. Si ella había llegado tan lejos, yo tenía que superarla. Faltaba una semana para año nuevo y tenía que idear algo. Esto no se iba a quedar así.

Entré en la habitación y me saqué la remera mientras seguía pensando en cuál podía ser la mejor forma de pagarle lo que había hecho hoy.

Desaté mi traje de baño y estaba por sacármelo cuando escuché una voz detrás mío.

-        No me iba a ir sin darte tu regalo.

Yo estaba de espaldas a la puerta cuando escuche eso. Ni siquiera había escuchado los pasos en el pasillo, por más que la puerta estaba abierta.

Me vi vuelta y ahí estaba. Vale, mi primita. Mirándome con una sonrisa tan hermosa como pícara.

-        No tenemos mucho tiempo, dije que subía al baño antes de irnos – dijo mientras cerraba la puerta a sus espaldas y empezaba a caminar hacia mí, despacio - ¿querés que te de tu regalo primito? – dijo mientras posaba su mano izquierda en mi pecho y lentamente acercaba su boca a la mía.

Fue un beso lento, suave, al principio solo nuestros labios se tocaban, pero despacio nuestras bocas se fueron abriendo para dar paso a que nuestras lenguas se encuentren. Siempre suave, siempre despacio y tiernamente.

-        ¿Ya no me diste mi regalo? – le pregunté.

Vale no esperó a que yo le contestara. Con la mano que tenía apoyada en mi pecho, me fue empujando lentamente para que me sentara en la cama.

Me acarició la cara mientras me sonreía y yo solo me dedicaba a mirarla embobado. ¿Qué iba a hacer?

Apoyo sus manos en mis rodillas para volver a besarme suavemente en los labios mientras doblaba sus rodillas y dejaba su cabeza a la altura de mi obligo. Siempre mirándome a los ojos, siempre sonriendo. Ninguno de los dos decía una palabra y yo solo la dejaba hacer, podía pedirme lo que quisiera en ese momento y se lo iba a dar, estaba hipnotizado.

Despacio puso sus manos a los costados de mi cintura y fue bajando mi traje de baño. Siempre mirándome, siempre expectante, como buscando aprobación de mi parte o al menos atenta a que no hubiera oposición de mi lado.

Yo no pensaba. Mi mente estaba en blanco. No tenía la capacidad de entender lo que estaba pasando y menos de reaccionar ante esto. Solo me inundaban sensaciones.

Sentí el frio del cubrecamas al quedarme sin ropa bajo la cintura. Sentí el traje de baño manteniendo mis tobillos juntos al caer este al suelo. Pero por sobre todas las cosas lo que más recuerdo es sentir la mano de mi prima cuando se posó sobre mi entrepierna.

Primero solo apoyó su mano tímidamente, después me agarró y empezó a mover su mano lentamente, descubriendo y cubriendo la punta de mi pene, era una caricia, casi como si jugara despacio con algo que podía romper o quisiera entender cómo funciona. Mi cabeza estaba tan en blanco que mi miembro no había reaccionado hasta ese momento.

Me fui poniendo cada vez más duro en su mano y ella lo fue sintiendo. Sus ojos siempre clavados en los míos parecieron iluminarse aún más en ese momento, siempre al compás de su sonrisa que me hacía entender que estaba satisfecha con estar cumpliendo su cometido.

Ahí estaba yo, finalmente, con mi primita arrodillada entre mis piernas y masturbándome despacio. Verla así era un sueño hecho realidad. Por fin me estaba empezando a funcionar el cerebro, por fin estaba empezando a reaccionar y a la vez disfrutar de ese momento.

Tenía los brazos estirados a los costados, las manos apoyadas en la cama sosteniendo mi cuerpo para que no cayera de espaldas sobre la cama. Involuntariamente sonreí y tiré un poco la cabeza hacia atrás. No pude disimular el placer físico y mental que estaba sintiendo. Mi primita lanzó una pequeña carcajada al verme hacer eso.

-        ¿Te gusta lo que te estoy haciendo? – me preguntó ya no sonriendo si no desafiándome un poco.

-        Me encanta – respondí volviendo a mirarla fijo a los ojos y aceptando su desafío.

Vale solo sonrió mordiéndose el labio inferior mientras apretaba un poco más y aumentaba levemente el ritmo.

-        Es el mejor regalo de navidad que recibí en mi vida – dije mientras tiraba nuevamente la cabeza un poco hacia atrás cerrando los ojos.

Mi primita volvió a reírse muy bajito.

-        Este no es tu regalo de navidad – me dijo provocando que abriera los ojos y me encontrara con el techo. No entendía. Honestamente no entendía.

Bajé la cabeza y volví a ver a mi primita, que con su mano en mi miembro, paraba de masturbarme para jugar con su dedo sobre la punta del prepucio. Esta vez estaba con su mirada fija en lo que estaba haciendo, por primera vez la miré y no encontré su mirada sobre la mía.

-        ¿Qué? – pregunté incrédulo.

Vale me miró ya no tan sonriente, pero tampoco seria. Si tuviera que buscar algo que la describiera, me miró decidida y divertida. Segura de lo que iba a hacer y también entretenida al tenerme ahí genuinamente sin idea de a qué se refería.

-        Feliz Navidad primito

Sin aviso alguno mi prima bajo su cabeza hasta mi miembro y lo introdujo en su boca. Lo encerró con sus labios y apretó suavemente. Bajo con su boca lo más que pudo y fue subiendo de a poco.

Yo estaba atónito. No me lo vi venir, no sabía como reaccionar, de nuevo mi cerebro se había apagado. Solo pude suspirar mientras involuntariamente mi cabeza se tiraba hacia atrás. Pero ese movimiento involuntario se contrarrestó enseguida. No podía no ver esto, no podía no disfrutar al máximo y ver lo que Vale me estaba haciendo. Rápidamente volví a posar mis ojos sobre ella. Sobre su cabeza, sobre su nuca mientras mi primita muy despacio y placenteramente subía y bajaba recorriendo mi pene.

Este era el momento más espectacular de mi vida. Esa chica jovencita, hermosa y con la cola que era el objeto de mis fantasías, estaba ahí, haciéndome una mamada en la casa de mis padres. Si, en la casa de mis padres, porque esa chica, no era otra que Vale. Mi primita.

El placer que estaba sintiendo no tenía nombre. Sentir su boca húmeda y caliente rodeando mi miembro, subía y bajaba despacio, después más rápido y volvía a desacelerar.

Estaba totalmente concentrada en su tarea. Cada tanto frenaba, la sacaba de su boca y sujetándola firmemente con su mano, pasaba su lengua por la punta o simulaba darle un beso antes de volver a metérsela en la boca. Si seguía así me iba a hacer acabar. Ya no me faltaba mucho. Ya estaba pensando en cómo iba a terminar.
¿Mi primita me iba a dejar acabarle en la boca? ¿Me iba a pedir que acabe en otro lado? Ya estaba cerca, le tenía que avisar antes de que pase.

-        Vale… - le dije.

Pero desgraciadamente mientras mi primita levantaba su mirada, algo nos interrumpió.

-        ¡Vale! – se escuchó desde abajo – ¡Vale! ¿Bajas? ¡Dale que nos vamos!

Era mi tía que la estaba llamando desde el comienzo de la escalera en la planta baja. No lo podía creer, con un balde de agua fría volvíamos al mundo real, donde no solo habitábamos nosotros dos.

Vale levantó la cabeza y me miró, todavía con su mano en mi miembro moviéndola lentamente. Me miraba fijo como esperando que yo le dijera que hacer.

-        - no dije nada, solo suspiré mirándola con extrema frustración.

-        Mi vieja – me dijo

-        Si – le dije odiándome por saber que no quedaba otra opción – tenes que ir.

Mi prima me soltó y miró a los ojos, despacio se fue parando a la vez que yo subía mi traje de baño hasta la cintura. Para cuando terminé de atarlo ella ya estaba en la puerta de la habitación.

-        ¡Ahí voy! – gritó.

Se dio media vuelta desde la puerta y me miró frustrada por la situación. No sabía que decirme. Tenía una cara entre frustración, bronca y culpa. Yo sabía que dependía de mi apaciguar la situación.

-        No te preocupes, es mejor que vayas – le dije finalmente mientras me acercaba a ella y le ponía la mano en el mentón.

-        Bueno.. – dijo haciendo un poco de puchero – pero, ¿te gustó tu regalo?

Yo solo le sonreí y me limité a besarla en la boca mientras apoyaba mi mano en su espalda y apretaba su cuerpo contra el mío. Quería que me sintiera todavía duro y caliente como estaba.

-        Me encantó. – le dije finalmente mientras le sonreía.

Vale solo me miró y volvió a sonreírme.

Nos besamos una vez más y abrí la puerta detrás suyo, dejando el paso libre hacia el pasillo.

Empezó a caminar y alejarse de a poco, caminando toscamente, como demostrando su enojo con cada paso que daba. Mientras tanto, en esos segundos yo me limité a asimilar todo lo que acababa de vivir, todo mientras le miraba la cola a mi prima. Todo había empezado por esa cola perfecta que me tenía loco y las cosas ya habían llegado hasta acá.
Vale se dio media vuelta antes de empezar a bajar las escaleras y mientras le sonreía y levantaba la mano para despedirla, solo pude pensar y convencerme a mí mismo de lo que ya era obvio. No era un juego de primos. Mi prima quería lo mismo que yo. Íbamos a terminar en la cama.
No importaba cómo pero mi primita iba a empezar el año conmigo encima de ella. Adentro de ella. Y sobre todo, sujetando bien firmemente esa cola que me obsesionaba. Esa cola iba a ser mía y solo mía.

Mi prima Valeria (VII)

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